Por supuesto que ha dejado huella. Una marca indeleble. Siempre hizo docencia, no se guardó nada, ni nada de lo que sabía, ni nada de lo que pensaba.
Escribe: Roberto Dughetti, en representación de CADISVET
No falleció cualquier persona. Murió Fernando Doti.
Todos recordamos sus condiciones técnicas y académicas de médico veterinario estudioso y capaz. Cualquiera de nosotros ha escuchado alguna de sus excelentes y pedagógicas conferencias, o alguna charla de capacitación. Fernando tenía tanta sencillez en comunicar sus profundos conocimientos a cualquier persona como la sabiduría para encontrar las palabras justas y la empatía apropiada.
Por supuesto que ha dejado huella. Una marca indeleble. Siempre hizo docencia, no se guardó nada, ni nada de lo que sabía, ni nada de lo que pensaba.
Quienes hemos tenido la suerte y el honor de ser sus amigos, lo hemos disfrutado cada momento.
Con esa misma transparencia, conocimiento y honorabilidad, él hacía los negocios. Cualquiera se sentía a resguardo con lo que decía: su palabra era fuerte como la letra escrita, como su honorabilidad, como su probidad.
No falleció cualquier persona. Murió Fernando Doti.
Constantemente aportó sus ideas y su sentido crítico, siempre para evolucionar.
Le enojaban las injusticias y trabajó mucho en el sector de la industria para mejorarla cada día.
Sin embargo, es muy poco probable que alguien lo recuerde disgustado. La calidez de ese tipo era tan inmensa que es muy factible que lo evoquemos con una risa profusa o con una sonrisa en sus labios.
Alguien podría pensar que era algo ingenuo. De ninguna manera; a veces las palabras bondad e ingenuidad suelen rozarse en estos tiempos. Pero solamente es porque la bondad está devaluada y debemos rescatarla. Fer lo hacía constantemente.
Acompañó con convicción y valentía a nuestra Cámara en las difíciles horas en que defendimos a nuestro sector amenazado.
Lo vamos a extrañar mucho, porque este mundo, cada vez más, necesita personas como él.
Con mucho afecto y respeto compartimos el dolor con Patricia, su mujer de toda la vida, con sus hijas Luciana y María Sol, su hijo Federico y su nietito Dante.
Todos recordamos sus condiciones técnicas y académicas de médico veterinario estudioso y capaz. Cualquiera de nosotros ha escuchado alguna de sus excelentes y pedagógicas conferencias, o alguna charla de capacitación. Fernando tenía tanta sencillez en comunicar sus profundos conocimientos a cualquier persona como la sabiduría para encontrar las palabras justas y la empatía apropiada.
Por supuesto que ha dejado huella. Una marca indeleble. Siempre hizo docencia, no se guardó nada, ni nada de lo que sabía, ni nada de lo que pensaba.
Quienes hemos tenido la suerte y el honor de ser sus amigos, lo hemos disfrutado cada momento.
Con esa misma transparencia, conocimiento y honorabilidad, él hacía los negocios. Cualquiera se sentía a resguardo con lo que decía: su palabra era fuerte como la letra escrita, como su honorabilidad, como su probidad.
No falleció cualquier persona. Murió Fernando Doti.
Constantemente aportó sus ideas y su sentido crítico, siempre para evolucionar.
Le enojaban las injusticias y trabajó mucho en el sector de la industria para mejorarla cada día.
Sin embargo, es muy poco probable que alguien lo recuerde disgustado. La calidez de ese tipo era tan inmensa que es muy factible que lo evoquemos con una risa profusa o con una sonrisa en sus labios.
Alguien podría pensar que era algo ingenuo. De ninguna manera; a veces las palabras bondad e ingenuidad suelen rozarse en estos tiempos. Pero solamente es porque la bondad está devaluada y debemos rescatarla. Fer lo hacía constantemente.
Acompañó con convicción y valentía a nuestra Cámara en las difíciles horas en que defendimos a nuestro sector amenazado.
Lo vamos a extrañar mucho, porque este mundo, cada vez más, necesita personas como él.
Con mucho afecto y respeto compartimos el dolor con Patricia, su mujer de toda la vida, con sus hijas Luciana y María Sol, su hijo Federico y su nietito Dante.